MARIA ISABEL FIEL RETRATO DE LA OBRA

         De una carta del P. Juan Antonio Segarra S. J., último director de María Isabel, a las Misioneras en el VIIIº aniversario de la muerte de María Isabel:

"…Lo que quería subrayar es, cómo esta Obra es el retrato fiel de lo que María Isabel era en lo natural y sobrenatural; no fue la Obra una idea feliz, inspirada en un momento de penetración intelectual o de particular intervención divina; ni fue un arrebato inconsiderado de un alma ferviente. Es simplemente la traducción o plasmación concreta de lo que era ella. Estoy convencido de que María Isabel no podía encontrarse en su sitio más que con esta vida de la Obra. No es que le faltasen cualidades -que le sobraban- para ser una madre de familia ideal o una religiosa observantísima en cualquier orden en que Dios la hubiese colocado. Pero su espíritu lucidísimo y penetrante, su corazón volcánico y realista, su sentimiento finísimo de lo que exige el amor personal a Cristo, no le permitían descansar en ocupaciones pueriles, en pequeñeces y nimiedades, erigiéndolas en lo principal y suplantando la acción eficaz y la preocupación que embargaron a Cristo… Como María a los pies de Jesús, sentía íntimamente aquello que dice el Kempis: "mucho hace el que mucho ama" y comprendía a la Magdalena inmóvil a los pies de Jesús leyendo en sus ojos; pero... ¿es qué María estaba más fija en el amor y más arrebatada cuando estaba así gozando que cuando corría como loca al cenáculo, al huerto, y preguntaba y averiguaba? Ciertamente que no. Y su agitación y su preocupación no era más que, la resultante de su amor, que era muy diferente del de Marta. No sentía María Isabel la vocación de Marta, trabajando en cosas relativamente más eficaces y positivas que las pequeñeces -digámoslo así- de María a los pies de Jesús; pero tampoco creía que fuese un amor bastante desesperado el que se estaba tranquilo, cuando está ardiendo la casa del Señor, y se puede acudir a extinguir el fuego. Es decir que, puesta a elegir entre Marta y María, escoge  María; y entre María materialmente a los pies de Jesús y leyendo en sus ojos y no haciendo nada más que amar, y María espiritualmente a los pies de Jesús y leyendo en sus ojos ("que tiene en sus entrañas dibujados") y no haciendo más que amar, escoge a esta última. 

Se sabe y se siente esposa de Cristo, y comprende que toda la pena de Cristo, su Esposo, es por los hijos, y -uniéndose más estrechamente a Él- se preocupa de que esos hijos se acuerden de que son hijos y vivan como hijos y sean el consuelo de Cristo, su Padre. No se niega nunca a cuidar de los hijos, ni se niega nunca a consolar al Esposo. Es fina y delicada en sus atenciones personales para con Cristo, pero no olvida que el amor de los amores del Corazón de Jesús son los hombres. Repito que estoy convencido de que la Obra es María Isabel y María Isabel la Obra; que María Isabel no podía hacer otra cosa que vivir como vivió... Porque esto es lo curioso: que no se preocupó propiamente más que de realizar lo que era una necesidad de su natural riquísimo, enamorado de Cristo, sin detenerse ni un momento por la idea de ser ella sola o de ser muchas. Si Dios quiere que la vida ésta tenga seguidores, bien; y si no también. Ella no podía vivir otra vida. Y así ha de continuar la Obra."