María Isabel González del Valle, una vida que merece darse a conocer

Mª Isabel González del Valle, una vida que merece darse a conocer

El pasado mes de noviembre se abría oficialmente, en Málaga, el proceso de canonización de María Isabel González del Valle Sarandeses fundadora, junto con el beato padre Arnaiz, de la Obra de las Doctrinas Rurales. Esta institución, formada por seglares consagradas, no tiene casa propia, noviciado ni un lugar fijo de misión, sino que atiende temporalmente pueblos o barrios, según les soliciten, viviendo entre sus habitantes como uno más, ofreciendo catequesis a todas las edades e impartiendo clases y talleres gratuitos de todo tipo, desde informática hasta labores, inglés, mecanografía, alfabetización, español para inmigrantes o preparación para el carnet de conducir. La historia de María Isabel resulta especialmente llamativa, teniendo en cuenta el ambiente en el que nació y se crió, la fuerte llamada del Señor que recibió, y cómo finalmente encontró una salida para llevar a cabo ese carisma que ella veía tan claro, tan particular y desconocido hasta el momento, con la colaboración del padre Arnaiz. Desde Asturias hasta Málaga, donde actualmente está enterrada, su recuerdo resuena fuertemente entre las Misioneras de las Doctrinas Rurales, que desde hace unos meses, impulsan su causa de canonización, convencidas de que al igual que el beato P. Arnaiz es un santo, «también María Isabel lo es, y todo el mundo nos lo decía, y nos animaba a promover su causa», reconoce la Hna. Leticia Montero, Directora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales. Su historia merece ser dada a conocer.

María Isabel González del Valle nació en Oviedo en julio de 1889, y era la duodécima hija de don Anselmo González del Valle, una ilustre figura de la Asturias de finales del siglo XIX, que contribuyó especialmente al desarrollo económico y cultural de la región asturiana. Para hacerse una idea, intervino en la fundación de la compañía de ferrocarril de Asturias, en la Sociedad Industrial de Santa Bárbara, en la fábrica de cerveza Águila Negra, y otras muchas iniciativas y luego en el ámbito cultural, hay que destacar que era un amante de la música, era su pasión, y fue uno de los principales promotores de la Escuela Provincial y Elemental de Música de Oviedo y también estuvo en el origen de la Sociedad Filarmónica.» María Isabel vivió su infancia y juventud en un ambiente muy rico y acaudalado –relata la Hna. Leticia Montero–. Nació en el Palacio de Velarde, actual Museo de Bellas Artes de Oviedo y fue bautizada en San Tirso El Real. Pero al mismo tiempo, sus padres eran personas muy piadosas, especialmente su madre. De hecho tuvo cuatro hermanas religiosas, dos Salesas y dos Reparadoras. Su casa comunicaba directamente con una tribuna de la iglesia de San Tirso, y ella estaba acostumbrada a visitar al Señor». «De manera de ser, como nos cuentan los que la conocieron –prosigue la Hna. Leticia–, nos dicen que era una chica muy agraciada, expresiva y alegre, con mucha inteligencia, con una grandeza de alma muy grande, y sobre todo era cabeza de grupo por aclamación tácita. Sus amigos de juventud la llamaban «la reina». Lo que ella disponía y la fiesta que ella organizaba y la salida que tenía en mente, todo eso se hacía y el resto estaba de acuerdo».

María Isabel González del Valle, en su juventud

Vivió en Oviedo hasta los 18 años. Su madre fallece cuando ella tenía tan solo 10, por lo que su educación estuvo encomendada a las religiosas salesas. De estos tiempos se recogen dos anécdotas muy particulares: «una de ellas, cuando todavía era muy pequeña, con tan solo siete años –explica la Directora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales–. Ella misma cuenta que iba leyendo una biblia infantil, por un pradín de margaritas de su casa. Entonces leyó el «pasaje del joven rico» y se quedó tan impresionada que dijo: Señor, yo nunca seré rica. Claramente, era demasiado pequeña para darse cuenta de que ella ya era rica, y cuenta que sintió cómo el Señor le decía: Para eso te he escogido yo: para que un día lo dejes todo por mí. Y ella cuenta que, toda su vida, cuando recordaba ese momento, se sentía invadida por el Señor. Otro de los recuerdos que se tienen de esa época fue en un mes de mayo, estando en el colegio de La Salesas, una de las religiosas dice que tuvo como una visión que vio a una niña del colegio y detrás un grupo muy grande de personas que le seguían. Al darse la vuelta esa niña, la religiosa vio que se trataba de María Isabel. Al terminar ese acto, la religiosa reunió a todas y sin dirigirse a ninguna en concreto, les dijo que tenían que ser todas muy fieles a lo que el Señor le pidiera, porque ella creía que Dios tenía designios muy grandes para alguna de ellas.  Pasado el tiempo, a una de sus hermanas, esta religiosa le confesó que esa niña a la que había visto era María Isabel».

Con 18 años también fallece su padre, y María Isabel se va a vivir con uno de sus hermanos y más hermanas a Madrid. Deja Asturias definitivamente, aunque siempre mantuvo el contacto y llegó a venir alguna vez a ver a su familia. Fue una época donde, sin descuidar su fe, vivió de manera «frívola y divertida», donde todas sus preocupaciones consistían en pasear, ir al teatro y estar con la familia y los amigos. Sin embargo, en 1920 hace unos Ejercicios Espirituales con el padre Castro, «el primero que la va a encauzar», explica la Hna. Leticia, y en «esos Ejercicios, a los que acudió más bien por compromiso, porque le parecía que tenía que hacer algo más por el Señor, sale totalmente transformada. Dice que se había enamorado del Señor y su vida cambia totalmente. Todos los que la conocen se quedan muy sorprendidos porque, aunque sigue teniendo vida social, la recorta muchísimo y en cambio aumenta especialmente su vida de piedad. Ella siente una llamada especial, pero no a la vida religiosa. Algo que era difícil de encajar en aquel momento. El padre Castro intenta que vaya a distintas comunidades religiosas, pero no es su lugar, ella dice que el Señor quiere que vaya con mi casina a cuestas, dando a conocer a todos el Padre que tenemos».

Primera Doctrina, en Gibralgalia (Málaga)

Esa llamada fue satisfecha cuando conoce al padre Arnaiz, un sacerdote jesuita que dirige un grupo de chicos y chicas que colaboran en hospitales, en la cárcel, en barrios marginales etc. «El padre Arnaiz había ido a conocer la población de Pizarra (Málaga), donde había encontrado un asentamiento de casi mil personas viviendo en unas terribles condiciones de salud, de higiene, sin formación de ningún tipo, y a dos horas de la iglesia más cercana. El padre quería quedarse allí a vivir, pero sus colaboradores le decían que era una locura quedarse en ese lugar. Y dijo una frase que nunca llegó a olvidarse: Cuando Dios quiere una cosa, manda las personas y los medios. Y las personas y los medios los mandó con María Isabel, que se presentó a él, y al darle a conocer el P. Arnaiz aquel lugar, vio que era donde Dios la quería. Aquello suponía irse a vivir a una choza sin luz, sin agua, alejada de toda civilización. Y ahí nació la primera Doctrina, tal y como nosotros la llamamos. En la sierra de Gibralgalia, en Málaga, donde ella misma hizo levantar una iglesia, y donde ahora está enterrada».

En este siglo de vida de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, han llegado a tener  280 Doctrinas y 500 misiones o lugares donde han permanecido un tiempo más breve trabajando en una misión popular o reforzando la labor que habían hecho en una Doctrina anterior.

Artículo publicado en Archidiócesis de Oviedo

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